2006/03/02

> Martxoko artikulua: CONSTRUYENDO LO "QUEER"

  • LGBT · Luchas que intentan subvertir el orden heteropatriarcal
  • CONSTRUYENDO LO "QUEER"
  • CARLOS BARGUEIRAS, miembro del Grupo de Trabajo Queer y coautor de "El eje del mal es heterosexual", y JUAN LORENTE, filósofo.
  • DIAGONAL, 25 zbk. (2006-03-02/15), 35 or. · www.diagonalperiodico.net
  • Queer es un término inglés que significa raro, invertido, maricón, bujarra, extraño, tarado, desviado. Si una lesbiana es ostensiblemente visible, también puede predicarse de ella: bollera, tortillera, rarita, marimacho. Del mismo modo puede aplicarse a transexuales, travestid*s o bisexuales, e incluso a heterosexuales con “conductas extrañas” fuera de la norma ‘hetero’. Una palabra usada, en principio, como insulto, epíteto marcador contra aquellas personas en las que la concordancia entre sexo, género, deseo y rol no es la “esperada”, la “normal” o la “debida”.
  • Las políticas gays silencian las agendas lésbicas, la existencia de transexuales, las prácticas bisexuales.

La adopción de ciertos colectivos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB) de ámbito anglosajón de la palabra queer no es más que un proceso de resignificación, de subversión del poder y de estrategia política, que indica una clara voluntad de recuperar la iniciativa, la potencia y la acción. Es un mecanismo lógico y político equiparable a aquel por el que las ‘putas’ se autodesignan putas, o los ‘rojos’, rojos; o las ‘negras’, negras. O este otro por el que, en estas geografías, términos como ‘bollera’ o ‘maricón’ pasaron de ser un insulto sancionado por un sistema libidinal falocéntrico y una ética católica a convertirse en arma positiva y arrojadiza. Una toma de conciencia con la que much*s no sólo se posicionaban contra el orden heteropatriarcal dominante, sino que también trataban de subvertirlo.

El problema surge cuando por necesidades de táctica y estrategia política, por razones existenciales, vitales, corporales y psíquicas, el híbrido ‘maribollo’ castellano o el ‘gay-lesbian’ anglosajón se revelan tan dicotómicos, dialécticos, excluyentes e invisibilizadores como aquellos usados por la normatividad que pretendían subvertir: las políticas gays son hegemónicas e inevitablemente silencian las agendas lésbicas, la existencia de transexuales, las prácticas bisexuales, etc.

En este contexto comienza a hablarse de comunidad LGTB. Pero muy prontamente las políticas LGTB se revelan no solamente hegemónicas, sino etnocéntricas, clasistas y coloniales, se convierten en un lugar que no puede ser habitado por las migrantes, las fronterizas, las mestizas, las pobres, las negras, las sidosas, las explotadas.

Digamos de paso que queer es aplicable a todo un universo conceptual y material que abarca el sexo, el género, la sexualidad, el deseo, el cuerpo, etc. Este término significa muchas cosas, no todas coherentes, es demasiado plástico como para poder cumplir esa función. Queer es político y personal. Es una palabra que escupe con rabia al sexismo, a la homofobia y al racismo.

La política queer nace con la pretensión de expulsar toda posibilidad de una noción fuerte de identidad a favor de una performance contestataria y cambiante, es un espacio que incluye a inter, trans, bollos, maricas, etc. Un topos donde la identidad no es más que una posición estratégica, una morada en la que la creciente politización de los ‘sectores subalternos’ dentro de la antigua comunidad gay-lésbica; transexuales, inmigrantes, seropositiv@s, feministas butch–camioneras, ‘osos’, etc. van a liberar toda su potencia.

Estas instancias pluralizadas tratarán de impedir todo intento de construcción identitaria única. Su política es la de la visibilidad, representación, interpretación y comunicación: desde el ‘sacar del armario’ como herramienta privilegiada y las primeras marchas del orgullo hasta los grupos sadomasoquistas. Y estas políticas, en muchas ocasiones, van a pasar por la adopción de estrategias como la acción directa, la desobediencia civil y la autogestión.

Teresa de Lauretis es la primera filósofa feminista que en 1992 incorpora el término queer en un discurso académico. La elección del término nace de una exigencia por desvincularse del uso de adjetivos como lésbico-gay, con el fin de destruir la identificación entre homosexualidad masculina y homosexualidad femenina, y con el propósito de desmantelar la caracterización política de ambas en base a su antagonismo contra la heterosexualidad. Cuando hoy hablamos de ‘teoría queer’ nos referimos a cierta ‘herejía epistemológica’ que nace de la hibridación de los estudios gays y lesbianos, con la crítica postcolonial y con algunos feminismos postmodernos, muy interesados en la deconstrucción de conceptos como ‘sexualidad natural’, o en la negación de las sobredeterminaciones dialécticas homo/hetero, hombre/mujer, cultura/naturaleza...

Tras este ‘acto de investidura’, la ‘teoría queer’ partirá de la interpretación y relectura de autor*s como Austin, Foucault, Irigaray, Kristeva, Wittig, Rubin y otras tantas, y que culmina con obras como "El género en disputa" y "Cuerpos que importan", de J. Butler; o "Epistemología del armario," de E. W. Sedwick. Un movimiento académico y político que va a eclosionar y mostrar toda su fuerza en los ‘90. Mencionemos como apunte que esta línea de pensamiento parte de un sistema de género/sexo/deseo que pone de manifiesto no sólo la construcción cultural del género sino la del propio concepto de sexo.

Por otro lado, las performances (que tratan de evidenciar al género como mascarada, simulacro y representación) serán los instrumentos adoptados para revelar la incoherencia de los términos presuntamente universales, cerrados y categóricos como ‘sexo’, ‘género’ o ‘deseo’, entre otros; términos sobre los cuales se funda la normalización del régimen heterosexual.

Por último, debemos mencionar que las teorías y las prácticas queer no están exentas de las resistencias, críticas, ataques y falsaciones realizadas, en muchas ocasiones, por esas mismas teorías y esas subjetividades políticas de las que se nutre.

No comments: